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Situacionista # 1 (Junio 1958)
Traducción: Sísifo
Pedroza
SE HABLA MUCHO en
estos días sobre de los jóvenes furiosos, la furia de la juventud
contemporánea. Si la gente se empeña tanto en hablar de este tema
es porque los jóvenes, a través de manifestaciones como los
disturbios absurdos de adolescentes suecos o las proclamas de los
ingleses <> que pretenden construir un
movimiento literario, presentan siempre el mismo carácter inofensivo
y la misma fragilidad tranquilizante. Productos de una época de
descomposición de las ideas y los modos de vida dominantes, de
inmensas ‘victorias’ contra
natura que
no se corresponden con un incremento real de las posibilidades
cotidianas de existencia, reaccionan, a veces con violencia, en
contra de la condición que les ha sido impuesta, con estallidos de
juventud que remiten a los estados surrealistas de la mente. Pero se
encuentran desprovistos de las medidas surrealistas de intervención
cultural, de la esperanza revolucionaria del surrealismo. De modo que
la resignación es el sonido de fondo de esta espontánea negatividad
de la juventud escandinava, americana, japonesa. Desde los primeros
años de la posguerra, Saint-Germain-des-Prés era en Francia un
laboratorio de aquellos comportamientos (mal llamados
‘existencialistas’), lo cual explica el hecho de que los
representantes franceses de dicha generación de intelectuales
(Françoise Sagan-Drouet, Robbe-Grillet, Vadim, l’affreux
Buffet) son todos ejemplos exagerados, caricaturizados, de la
resignación.
Si bien fuera de Francia esta
generación muestra una mayor agresividad, su consciencia aún
fluctúa entre la simple estupidez y la satisfacción precoz de una
revuelta a todas luces insuficiente. El olor a huevo podrido que
emana de la idea de Dios envuelve a los cretinos americanos de la
<>, y no está del todo ausente en las
declaraciones de los <> (cf. Colin
Wilson). Estos últimos han descubierto, con treinta años de
retraso, un cierto clima subversivo que Inglaterra supo
ocultarles todo este tiempo; y ahora ellos creen que provocan un
escándalo por declararse republicanos anti-monarquistas. <>. Esta declaración es reveladora de la tibia y
netamente literaria posición de estos <>,
quienes apenas han venido a cambiar su opinión respecto a algunas
pocas convenciones sociales, sin siquiera sospechar el cambio de
terreno que se ha dado en el campo general de las prácticas
culturales, tan evidente en cada una de las tendencias vanguardistas
de este siglo. Los <> resultan
particularmente reaccionarios al atribuir un valor privilegiado y
redentor al ejercicio literario, al punto de ser los defensores de
una mistificación que en Europa fue denunciada alrededor de 1920, y
cuya supervivencia hoy tiene un carácter más contra-revolucionario
que el de la propia Corona Británica.
Todos estos ruidos, estas
onomatopeyas de la expresión revolucionaria, coinciden en ignorar el
sentido y la amplitud del surrealimo (éste mismo distorsionado por
la naturaleza de su propio éxito artístico burgués). Mientra no
aparezca ningún movimiento nuevo que lo reemplace, la continuación
del surrealismo sería la actitud más consecuente. Sin embargo,
ocurre que la juventud que se afilia al surrealismo reconoce las
demandas profundas de este movimiento, pero es al mismo tiempo
incapaz de lidiar con la contradicción existente entre tales
demandas y el estancamiento provocado por su éxito aparente. Esta
incapacidad lleva a los jóvenes a refugiarse en los aspectos más
reaccionarios que el surrealismo alberga desde su propia concepción
(la magia, la creencia en una época dorada que vendrá de algún
lugar que no corresponde con la Historia). Algunos de ellos llegan
incluso a sentirse orgullosos de mantenerse, tanto tiempo después de
<>, todavía bajo el Arco del
Triunfo surrealista. Como manifiesta orgullosamente Gérard
Legrand, ellos seguirán siendo fieles a su tradición: <>.
La razón de que no resulte fácil
constituir un movimiento más liberador que el surrealismo de 1924
-aquel al que Breton dijo que se adheriría en caso de que surgiera-,
estriba en el hecho de que el carácter libertario de aquel
surrealismo se encontraba supeditado a su capacidad para controlar
los grandes medios materiales del mundo contemporáneo. Pero los
surrealistas de 1958 han sido incapaces de responder a tal requisito,
e incluso han combatido los principios de dicho movimiento. Esto, sin
embargo, no elimina la urgencia de generar un movimiento cultural
revolucionario que consiga, con verdadera efectividad, la libertad
del espíritu, de la mente y de las costumbres que el surrealismo
demandaba en su origen.
Para nosotros, el surrealismo es
solamente el principio de un experimento cultural revolucionario, que
casi de manera inmeviata se vio paralizado tanto en la práctica como
en la teoría. Debemos ir más lejos, y preguntarnos: ¿porqué el
surrealismo ha dejado de ser una opción significativa? No a causa de
la constante disociación que las clases dominantes hacen entre <> y los aspectos escandalosos del surrealismo.
(Esta disociación no se hace con la idea de promover la originalidad
radical -¿cómo podría ser así cuando el orden dominante no tiene
nada nuevo para proponer, nada que trascienda la propuesta
surrealista?- Por el contrario, la burguesía se presta a aplaudir
todas las regresiones que queramos elegir). Si hemos descartado el
surrealismo, es debido a que el surrealismo se ha convertido en
un total aburrimiento.
El
aburrimiento es el común denominador del surrealismo decrépito, de
la furiosa juventud desinformada y de su rebelión de adolescentes
confortables que carecen de perspectiva, pero que ciertamente no
carecen de una causa. Los situacionistas ejecutarán el juicio que el
ocio contemporáneo se encuentra pronunciado en contra de sí mismo.
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