Partiendo de lo anterior, nos interesa
cuestionar las nociones de participación, interacción y colaboración que tienen
lugar en el llamado Net-art, es decir, el arte que utiliza el Internet como
medio de expresión y plataforma de acción preformativa. Para este fin, nos
detendremos a reflexionar sobre el significado que cada uno de estos tres
términos tiene, y la relación que éstos guardan entre sí.
La participación se refiere comúnmente al hecho de ser parte de algo, de jugar un rol dentro de un determinado espacio social. Desde esta definición, aún las formas artísticas más “tradicionales”, como el concierto musical o la exposición museística, implican siempre un grado de participación por parte del espectador. Dicho de otro modo, aún los actos contemplativos de escuchar y observar en silencio son un modo de participación fundamental para que el ritual artístico ocurra.
Por otra parte, tenemos las formas de interacción artística que buscan darle al espectador un espacio de participación más activa, invitándolo a intervenir en el evento artístico que él mismo está contemplando. Por medio de múltiples estrategias que van desde la intervención directa hasta la utilización de sensores, el espectador puede dialogar con la obra y ser parte de su devenir en un momento determinado, aunque esto no significa que pueda afectar sus principios estructurales ni participar en las decisiones estéticas y logísticas que la conforman.
A diferencia de los términos anteriores, la idea de colaboración sugiere que las personas involucradas en un evento artístico tienen una agencia colectiva en la concepción de la obra, en las decisiones que determinan su estructura, en su funcionamiento, etc. Como puede suponerse, el Internet abre posibilidades muy amplias de colaboración artística, pero es importante enfatizar que para que exista una verdadera colaboración es necesario que los involucrados sean parte creativa de la obra, y no únicamente usuarios interactivos.
Algo que es común en las obras de Net-art es que las tres dimensiones anteriores se encuentren mezcladas. Aunque esta mezcla es en sí misma parte de la dinámica social que implica el Internet, para fines analíticos será útil ver cómo opera cada una por separado. Esto nos llevará a sugerir que muchas veces la interacción y la participación contemplativa se anuncian como formas de “democracia virtual”, que sin embargo no presentan rasgos colaborativos que impliquen procesos de intercambio y negociación democrática. Para entender mejor este argumento, tomaremos como caso de estudio la obra Alzado Vectorial del artista Rafael Lozano-Hemmer.
Alzado Vectorial es una instalación lumínica que se inauguró en el Zócalo de la Ciudad de México a finales de 1999, y que estuvo activa hasta el 7 de enero del año 2000, recibiendo por lo tanto al nuevo milenio. Después de esta primera ocasión, la obra se ha montado en diversos espacios públicos de ciudades como Vancouver, Lyon, Dublin, entre otras. La instalación consiste en 18 proyectores de luz que son controlados por cualquier persona a través de Internet, y que forman enormes estructuras lumínicas que se despliegan en los cielos de las plazas intervenidas. Alzado Vectorial es, por lo tanto, un diseño arquitectónico efímero y en movimiento que permite que los participantes modifiquen visualmente el espacio público en el que se despliegan sus diseños luminosos, diseños que representan las relaciones sociales que se dan en la interacción de las personas. De ahí que Lozano-Hemmer defina este tipo de instalaciones como piezas de “arquitectura relacional”, término que se opone a la arquitectura monumental que caracteriza en general a las plazas urbanas.
Alzado Vectorial es un caso emblemático de arte interactivo en el que cualquier persona que tenga acceso a Internt puede intervenir el diseño de las luces que se proyectan en el espacio. Si bien Lozano-Hemmer ha dicho que prefiere el término “relacional” al de “interactivo”, el caso es que la obra está pensada para que muchas personas manipulen los diseños específicos que resultarán de su creatividad particular, y que se sumarán a la creatividad de otros participantes. Es interesante señalar, sin embargo, que más allá de que el nivel interactivo es claro y es un elemento esencial de esta propuesta artística, los niveles de participación y colaboración están también presentes, e invitan a algunas reflexiones interesantes.
En lo que respecta a la participación, el propio artista ha comentado que existen dos dimensiones participativas en Alzado Vectorial: la de los espectadores que observan los diseños en el cielo, y la de quienes generan sus propios diseños e interactúan de esa forma con la obra. Un aspecto importante que menciona Lozano-Hemmer es que el equilibrio entre estas dos dimensiones varía según el espacio específico en el que se monte la instalación. En la Ciudad de México, por ejemplo, el nivel de interacción fue considerablemente menor, aún cuando se instalaron computadoras en espacios públicos para que los peatones pudieran interactuar con la obra. En ciudades europeas ha habido, en cambio, una mayor interacción por parte de las personas. Esto hace que la relación del Alzado con los participantes sea distinta en cada caso. Cuando la participación se carga más hacia la expectación contemplativa, la obra tiende a perder su carácter relacional y a convertirse en un espectáculo monumental que representa la dominación y el poder en vez de abrir espacios de intercambio social.
En el nivel de la colaboración podemos decir que una obra como ésta implica el trabajo de varias personas que intervienen en el diseño y el montaje de la instalación, tanto en lo que concierne al aparato técnico (electrónico, informático, arquitectónico, etc.) como a la logística del lugar específico de montaje (permisos gubernamentales, condiciones ambientales, etc.). No obstante, la autoría individual de la obra se mantiene de manera íntegra, y el crédito de los colaboradores no es evidente para quienes visitan el sitio web del proyecto o la página del artista. Hay que subrayar también que la interacción de los participantes no implica un grado de colaboración, sino únicamente una manipulación de los proyectores bajo condiciones muy delimitadas. Si bien esto no tendría por que demeritar en modo alguno el trabajo de Lozano-Hemmer, es importante enfatizar que el Alzado Vectorial no pretende generar un espacio de horizontalidad ni agencia colectiva, ni tampoco una transformación duradera en el espacio público. El propio artista es claro en decir que su trabajo es de corte más bien “efectista”, en el sentido de generar efectos especiales más que intervenciones críticas sobre un espacio dado. Desde lo que él denomina “causas-efectos especiales”, lo que busca es generar “efectos especiales que sean más dialógicos, que impliquen mayor intercambio” (entrevista con Lozano Hemmer), pero que no pierdan su naturaleza de artificio. Esto abre un campo bastante amplio de formas de relación de los participantes con la obra; para algunos, ésta pasará por un mero espectáculo lumínico, mientras que para otros tendrá significados sociales más complejos.
Si bien quiero insistir en que el trabajo de Lozano-Hemmer es congruente con sus objetivos y su trasfondo conceptual, quiero igualmente reiterar que es importante no confundir los procesos de interacción artística con formas de intervención colaborativa en el espacio. Esta distinción me parece fundamental, ya que muchas veces es difícil discernir entre los campos de colaboración y agencia social que abre el Internet, y aquellos que consisten en “efectos especiales” de colaboración, siendo zonas de interacción controlada. Un ejemplo muy común de este tipo de “efectos especiales” lo encontramos en sitios como YouTube o Facebook que ofrecen una ilusión bastante convincente de ser espacios colaborativos, pero que en realidad funcionan de maneras profundamente centralizadas, poseen un aparato sumamente sofisticado de censura y administración de la información, y en el fondo son agencias enmascaradas de marketing y vigilancia. Está de más decir que de ninguna manera estoy equiparando el trabajo de Lozano-Hemmer con este tipo de redes cibernéticas, sino únicamente tomando su obra como un ejemplo que nos ayuda a visibilizar las confusiones y ambigüedades que el Internet trae consigo, y que en mi opinión deberían ser un tema de reflexión permanente para los artistas que trabajamos en la red.
¿Puede el Internet ser una herramienta para acercarnos al ideal artístico-social que propuso Joseph Beuys? ¿Puede el arte contemporáneo, en articulación con las nuevas tecnologías, trazar espacios de imaginación social en resistencia a la hegemonía cultural capitalista? Aunque es difícil decir si las nuevas formas artísticas como el net.art ofrecen respuestas, es un hecho que nos motivan a mantener vivas nuestras preguntas.
La participación se refiere comúnmente al hecho de ser parte de algo, de jugar un rol dentro de un determinado espacio social. Desde esta definición, aún las formas artísticas más “tradicionales”, como el concierto musical o la exposición museística, implican siempre un grado de participación por parte del espectador. Dicho de otro modo, aún los actos contemplativos de escuchar y observar en silencio son un modo de participación fundamental para que el ritual artístico ocurra.
Por otra parte, tenemos las formas de interacción artística que buscan darle al espectador un espacio de participación más activa, invitándolo a intervenir en el evento artístico que él mismo está contemplando. Por medio de múltiples estrategias que van desde la intervención directa hasta la utilización de sensores, el espectador puede dialogar con la obra y ser parte de su devenir en un momento determinado, aunque esto no significa que pueda afectar sus principios estructurales ni participar en las decisiones estéticas y logísticas que la conforman.
A diferencia de los términos anteriores, la idea de colaboración sugiere que las personas involucradas en un evento artístico tienen una agencia colectiva en la concepción de la obra, en las decisiones que determinan su estructura, en su funcionamiento, etc. Como puede suponerse, el Internet abre posibilidades muy amplias de colaboración artística, pero es importante enfatizar que para que exista una verdadera colaboración es necesario que los involucrados sean parte creativa de la obra, y no únicamente usuarios interactivos.
Algo que es común en las obras de Net-art es que las tres dimensiones anteriores se encuentren mezcladas. Aunque esta mezcla es en sí misma parte de la dinámica social que implica el Internet, para fines analíticos será útil ver cómo opera cada una por separado. Esto nos llevará a sugerir que muchas veces la interacción y la participación contemplativa se anuncian como formas de “democracia virtual”, que sin embargo no presentan rasgos colaborativos que impliquen procesos de intercambio y negociación democrática. Para entender mejor este argumento, tomaremos como caso de estudio la obra Alzado Vectorial del artista Rafael Lozano-Hemmer.
Alzado Vectorial es una instalación lumínica que se inauguró en el Zócalo de la Ciudad de México a finales de 1999, y que estuvo activa hasta el 7 de enero del año 2000, recibiendo por lo tanto al nuevo milenio. Después de esta primera ocasión, la obra se ha montado en diversos espacios públicos de ciudades como Vancouver, Lyon, Dublin, entre otras. La instalación consiste en 18 proyectores de luz que son controlados por cualquier persona a través de Internet, y que forman enormes estructuras lumínicas que se despliegan en los cielos de las plazas intervenidas. Alzado Vectorial es, por lo tanto, un diseño arquitectónico efímero y en movimiento que permite que los participantes modifiquen visualmente el espacio público en el que se despliegan sus diseños luminosos, diseños que representan las relaciones sociales que se dan en la interacción de las personas. De ahí que Lozano-Hemmer defina este tipo de instalaciones como piezas de “arquitectura relacional”, término que se opone a la arquitectura monumental que caracteriza en general a las plazas urbanas.
Alzado Vectorial es un caso emblemático de arte interactivo en el que cualquier persona que tenga acceso a Internt puede intervenir el diseño de las luces que se proyectan en el espacio. Si bien Lozano-Hemmer ha dicho que prefiere el término “relacional” al de “interactivo”, el caso es que la obra está pensada para que muchas personas manipulen los diseños específicos que resultarán de su creatividad particular, y que se sumarán a la creatividad de otros participantes. Es interesante señalar, sin embargo, que más allá de que el nivel interactivo es claro y es un elemento esencial de esta propuesta artística, los niveles de participación y colaboración están también presentes, e invitan a algunas reflexiones interesantes.
En lo que respecta a la participación, el propio artista ha comentado que existen dos dimensiones participativas en Alzado Vectorial: la de los espectadores que observan los diseños en el cielo, y la de quienes generan sus propios diseños e interactúan de esa forma con la obra. Un aspecto importante que menciona Lozano-Hemmer es que el equilibrio entre estas dos dimensiones varía según el espacio específico en el que se monte la instalación. En la Ciudad de México, por ejemplo, el nivel de interacción fue considerablemente menor, aún cuando se instalaron computadoras en espacios públicos para que los peatones pudieran interactuar con la obra. En ciudades europeas ha habido, en cambio, una mayor interacción por parte de las personas. Esto hace que la relación del Alzado con los participantes sea distinta en cada caso. Cuando la participación se carga más hacia la expectación contemplativa, la obra tiende a perder su carácter relacional y a convertirse en un espectáculo monumental que representa la dominación y el poder en vez de abrir espacios de intercambio social.
En el nivel de la colaboración podemos decir que una obra como ésta implica el trabajo de varias personas que intervienen en el diseño y el montaje de la instalación, tanto en lo que concierne al aparato técnico (electrónico, informático, arquitectónico, etc.) como a la logística del lugar específico de montaje (permisos gubernamentales, condiciones ambientales, etc.). No obstante, la autoría individual de la obra se mantiene de manera íntegra, y el crédito de los colaboradores no es evidente para quienes visitan el sitio web del proyecto o la página del artista. Hay que subrayar también que la interacción de los participantes no implica un grado de colaboración, sino únicamente una manipulación de los proyectores bajo condiciones muy delimitadas. Si bien esto no tendría por que demeritar en modo alguno el trabajo de Lozano-Hemmer, es importante enfatizar que el Alzado Vectorial no pretende generar un espacio de horizontalidad ni agencia colectiva, ni tampoco una transformación duradera en el espacio público. El propio artista es claro en decir que su trabajo es de corte más bien “efectista”, en el sentido de generar efectos especiales más que intervenciones críticas sobre un espacio dado. Desde lo que él denomina “causas-efectos especiales”, lo que busca es generar “efectos especiales que sean más dialógicos, que impliquen mayor intercambio” (entrevista con Lozano Hemmer), pero que no pierdan su naturaleza de artificio. Esto abre un campo bastante amplio de formas de relación de los participantes con la obra; para algunos, ésta pasará por un mero espectáculo lumínico, mientras que para otros tendrá significados sociales más complejos.
Si bien quiero insistir en que el trabajo de Lozano-Hemmer es congruente con sus objetivos y su trasfondo conceptual, quiero igualmente reiterar que es importante no confundir los procesos de interacción artística con formas de intervención colaborativa en el espacio. Esta distinción me parece fundamental, ya que muchas veces es difícil discernir entre los campos de colaboración y agencia social que abre el Internet, y aquellos que consisten en “efectos especiales” de colaboración, siendo zonas de interacción controlada. Un ejemplo muy común de este tipo de “efectos especiales” lo encontramos en sitios como YouTube o Facebook que ofrecen una ilusión bastante convincente de ser espacios colaborativos, pero que en realidad funcionan de maneras profundamente centralizadas, poseen un aparato sumamente sofisticado de censura y administración de la información, y en el fondo son agencias enmascaradas de marketing y vigilancia. Está de más decir que de ninguna manera estoy equiparando el trabajo de Lozano-Hemmer con este tipo de redes cibernéticas, sino únicamente tomando su obra como un ejemplo que nos ayuda a visibilizar las confusiones y ambigüedades que el Internet trae consigo, y que en mi opinión deberían ser un tema de reflexión permanente para los artistas que trabajamos en la red.
¿Puede el Internet ser una herramienta para acercarnos al ideal artístico-social que propuso Joseph Beuys? ¿Puede el arte contemporáneo, en articulación con las nuevas tecnologías, trazar espacios de imaginación social en resistencia a la hegemonía cultural capitalista? Aunque es difícil decir si las nuevas formas artísticas como el net.art ofrecen respuestas, es un hecho que nos motivan a mantener vivas nuestras preguntas.